LA TEMPORADA DE ELPOZO MURCIA TURÍSTICA ANALIZADA DESDE LA GRADA. ¡¡ PASIÓN CON RIGOR !!

14.9.06

Supercampeones 10-9-06

¡Cuán lejos quedan aquellos tiempos de la infancia!... Aún recuerdo cuando aprendí a contar. Eran tiempos en los que las calculadoras, esa especie de invento satánico que, por entonces, estaban desarrollando los japoneses (¡quien si no!), no abundaban tanto como ahora. Se supone que el invento era para el bien de la humanidad, pero lo más que consiguieron fue la caída en desgracia de las matemáticas, y que se perdiera la sana costumbre de contar con los dedos.

Recuerdo que me costó trabajo llegar hasta cinco. Comparando esta situación con la forma que ha tenido nuestro equipo de comenzar la temporada la cosa está bien clara: para llegar al cinco hay que comenzar por el uno, el palito de toda la vida.

Y eso fue lo que El Pozo consiguió el pasado domingo en Castellón: apuntarse, con la consecución de la primera Supercopa disputada en la modalidad a cuatro, el primer palote de esta temporada, una temporada que, tanto jugadores como aficionados, deberíamos aprovechar para saborear y disfrutar, porque podríamos llegar al final con un capazo de hasta cinco títulos.

El primero, aunque con más emoción y suspense de lo previsto según se desarrolló la primera parte de la final, ya lo tenemos en Murcia. Lo cierto es que parece mayor la victoria cuando se consigue con sufrimiento y apuro. Al menos el éxtasis es mayor. Imagino que más o menos el mismo que nosotros en la grada experimentó Cobeta, alumno aventajado donde los haya de las ocasiones importantes, cuando resultó elegido para dar paso a la primera algarabía de este curso futsalero, remachando el tanto de la victoria en el último medio minuto del partido. Anteriormente Mauricio y Vinicius se habían encargado de ponernos por delante en el marcador.

Casi teníamos el oso. O al menos eso pensábamos todos en el descanso. Antonio, el alma de la peña Los Super, con su ola de ida y vuelta (ingenioso invento para combatir la escasa presencia de aficionados en las gradas del calenturiento pabellón Ciudad de Castellón, ya comenzaba a calentar los motores de la celebración. Pero el partido, como al oso, hay que matarlo antes de despellejarlo. Porque con las cosas de la gastronomía, y más siendo el rival gallego como lo era, te puede entrar una empanada de campeonato, que para eso es algo típico de aquellas tierras santiagueras, como la que nos acompañó en la segunda parte, en la que no dábamos una a derechas hasta ese brillante coletazo del último minuto, cuando nos vimos en una prórroga que hubiera podido ser muy dura psicológicamente.

Lo mismo fue el derroche del partido de semifinales (7-3) contra ese rival que empieza a tener casi las mismas pesadillas con nosotros como las que nosotros hemos tenido con los chicos de verde. No lo sé porque no pude asistir al choque. Pero lo cierto es que la historia de esta supercopa ya está escrita.

A la salida pudimos saludar a unos jóvenes aficionados del Lobelle que no habían perdido el buen humor (para saber ganar primero hay que saber perder). Les deseamos feliz viaje. Aunque para viaje el que nos habíamos dado nosotros para poder asistir a la final: mil quinientos kilómetros para llegar a Castellón, tras recorrer más de media España, justo en el día en que me caía en las costillas un año más (ya voy por las tres docenas).

Como todos, me tomo la victoria como un regalo que nos hizo el oportunismo de Cobeta (y, por supuesto, el empeño del resto del equipo), pero con vuestro permiso, y por aquello de la kilométrica jornada de cumpleaños que nos marcamos, me la tomo como un regalo que, sin saberlo, me hizo el amigo Miguel Angel.